lunes, 8 de noviembre de 2010

Discurso del senador Josè Rafael Vargas En Memoria del fenecido líder Comunitario Juan Morris Duran



 

Discurso del Senador José Rafael Vargas

En Memoria del fenecido líder Comunitario Juan Morris Duran

 

Desde ayer, en horas bien tempranas, un vacío insondable ronda por las calles de Moca.

Nuestro hermano y maestro Juan Morris se ha ido. Su infinita bondad, se ha apagado. Y ahora solo nos queda entregarlo al regazo eterno de la tierra, donde habrá de cumplir la misión postrera de los justos.

 

Aquí, en este mismo venerable santuario del Sagrado Corazón de Jesús, despedíamos hace tres años a nuestro entrañable y nunca bien llorado amigo Javier González, ido en un momento estelar de su existencia, cuando las alas vivas de su juventud ardían con vigor, con mucho vigor, porque su deseo de servir no lo quebraba la enfermedad.

 

Pero Javier se nos fue, y el luto nos anegó, aunque la enseñanza del maestro orienta a no llorar a los hijos que sembraron, sino a seguir sus huellas.

 

En esta triste mañana de Noviembre, también nos recogemos para recordar en el primer mes de su partida, a nuestra querida Noemí, entregada a la paz del señor para el descanso eterno.

Ante nosotros, señores, el destello de la muerte. Centelleante, el rostro de uno de nuestros grandes, para quien hoy pido un gran pedestal, el de la dignidad, el de la nobleza. Un pedestal de gloria para un hombre puro, de alma limpia, cuya entrega total rayaba en su infinita bondad de servir.

 

Juan Morris Durán se nos marcha, y nos deja grandes desafíos, los que no podemos eludir, porque aún en su lecho de muerte, horas antes de su partida, nos estaba
reclamando por la juventud, por nuestras comunidades. Y nos decía, no permitan que las drogas se coman nuestros muchachos,
así, con ese espíritu gallardo, de un gladiador que no se arredra ante la adversidad, abría los ojos y reclamaba, no hay razón para el temor, ayudemos al pueblo, no nos dejemos arropar por la delincuencia, trabajemos como un solo cuerpo, prométanmelo, no permitamos que se derrumben los valores.

 

En ese momento advertíamos a su compañera de faenas cotidianas, la profesora Milagros Rosario Candelier, que Juan Morris preconizaba su partida, y había que escribir su legado. Y muchas fueron sus consejas: José Rafael, permítanos que una de las ambulancias se vaya al campo, trabajemos para sensibilizar a los dueños de minas, porque hay que reparar los caminos, atrapemos los gérmenes que perturban, los que dañan la juventud, y no dejen que muera la esperanza, trabajen, todos los días, de noche, de día, en los campos, en los barrios. Ayuden a los pobres. Y esa fue su insistencia, su inquebrantable insistencia, no abandonen a los pobres.

 

Nunca podré olvidar su consejo permanente, desde que decidimos el tránsito terrible a la política, que devora a los seres humanos como la serpiente. Entonces su voz se escuchó con insistencia, como un consejo de un amigo, que era el fruto de su propia experiencia, y me decía siempre, aún en los últimos días de su partida, trabaje más que nada con los hombres y las mujeres del campo, mientras más adentro mucho mejor, y se dará cuenta que el bien que le hace se queda para siempre, porque esos no le sacan los ojos, los intereses de los campesinos son los mismos de la gente llana, mírele los ojos a un campesino, y se dará cuenta que allí el amor cobra sentido. Y esa es una lección que practico cada semana, porque Morris era un eterno caminante, que disfrutaba a plenitud cuando lograba resolver un problema a una comunidad, una familia o un sector social. Nació y vivió para el servicio, era su mayor felicidad.

 

Hace poco me acordé mucho de Juan Morris, a propósito de la muerte de otro grande de España, el poeta José Antonio Labordeta. Leí entonces la sabia prosa de Félix Madera, que refiriéndose a Labordeta decía que " fue un hombre que colocó su dignidad por encima del miedo", y así fue siempre Morris, abierto, sincero, campechano, transparente, hecho con la pasta de la verdad.

 

La dignidad con que vivió le dio autenticidad, y forjó un liderazgo que le permitió decir lo que quería, que fue siempre lo que le daba la gana, y nos dejó pruebas más que suficientes de que se puede vivir con esa dignidad, por el tiempo que nos toque.  
 
Hace ya algún tiempo, leí de un buen amigo una frase que me quedó para siempre, se refería a la eternidad del alma, un poco para recrear estos momentos difíciles de la muerte, o para descifrar el oscilar constante de la vida y la partida física. Y ahí está la grandeza del espíritu, entender esa dinámica, decía uno de nuestros
líderes continentales, que "el alma es un vaso que solo se llena con la eternidad".

 

Cuando muere un ser humano especial como Juan Morris, ahí es que nos damos cuenta la grandeza de su obra social, la dimensión de su trabajo, la abnegación de su sacrificio y lo imprescindible que se vuelve su figura. Y ciertamente, Morris es de los imprescindibles, de esos seres singulares en el decir, en el hablar y hasta en la forma de comunicarse con su gente. En cada asamblea de la Unión de Juntas de Vecinos, estaremos recordando sus gestos, sus impresionantes salidas oratorias, que encendían y mostraban la virtud de un hombre noble, para quien el coraje de vivir y de servir, no tenían limite.

 

Sus siluetas oratorias no callaban, nunca, y aún horas antes de morir, sacaba aliento para dejar sus memorias. Hace una semana un amigo cercano me advertía, Morris morirá hablando, y así se irá, errante, recordando vestir su traje negro de masón, símbolo de virtud mayor, o recreando las esperanzas metafísicas, que llamaba la muerte en silencio, y al venir, había comenzado una nueva vida.  Y así ha sucedido. Hace tres años lo vivimos con nuestro inolvidable Javier, y hace un mes con el noble espíritu de Noemí. Ahora recorremos la marcha de este ser especial, a quien Dios ha llamado y a quien todos damos gracias por su ejemplo.

 

En breves minutos, estaremos llegando al templo edificado para el descanso eterno, y allí, en la sepultura, que nadie se aterre, en la casa donde el polvo fue medido, donde todos iremos a morar, exhalaremos el último aliento de este amigo, y lo entregaremos a la tierra, con la sola compañía del señor.

 

Pie de foto: Discurso del Dr. José Rafael Vargas en el funeral del líder comunitario Juan Morris Duran

 

Pie de foto: El senador José Rafael Vargas en la Iglesia Corazón de Jesús en el funeral del líder comunitario Juan Morris 

 

Pie de foto: Momentos que los miembros de la Logia Perseverancia le dan el último adiós a Juan Morris






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Lic. Luis Emilio Brito
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